Escribir para que no se olvide

 

Balbino García de Albizu Usarbarrena (Eulate, 1877-Urbasa, 1936) 

las claves

Pero vino la nieve
y te encontró como un niño dormido
bajo septiembre,
porque luego de pronto,
un oscuro siete afilado y la turba
y un camión que te lleva y horada
la noche estridente de sotanas,
por un paisaje que eres tú
y la vida llorando,
y esa desnuda heredad que dejas,
como un temblor colgado del espanto,
mientras tu frente derrumbada,
sobre los buitres malditos,
sobre el corazón de los lobos
matándote,
y ocho miradas de niño, repetidas,
tras de ti,
sin entender la muerte.
Y luego la nieve,
y la capa de nácar sobre las calaveras.
Cuando llegué ya no estabas,
y fui una niña de luz herida buscándote,
pero qué te diré Balbino, de la noche
que te robó a mis ojos,
y reflejó la piedra.
Erijo mi palabra en un apretado abrazo
en una encendida columna de besos,
que nunca te he dado,
erijo mi palabra contra el nácar
y su extensión de nieve.
Julia Otxoa

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