Wilko Johnson se despide de ustedes
El guitarrista británico, enfermo de cáncer en fase terminal, graba como testamento un disco con sus viejos temas junto a Roger Daltrey, de The Who
Roger Daltrey y Wilko Johnson, en una foto de promoción de su disco conjunto. / Lawrence Watson |
En las Navidades de 2012, a Wilko Johnson, que tenía 65 años en aquel
momento, le diagnosticaron un cáncer terminal de páncreas. Renunció a
recibir tratamiento y los médicos le dieron 10 meses de vida.
Decidió dedicar el tiempo que le quedaba a una gira de despedida. En octubre de 2013 vencía el plazo. Es marzo de 2014. Y aquí sigue. “Yo me siento bien. Hay algo ahí dentro de mi tripa, un alien, que está creciendo, y un día me matará. Pero de momento no me encuentro mal. Debería de haber muerto hace cuatro meses, y no es así. Es incluso un poco embarazoso”. ¿Perdón? “Sí, por ejemplo, la semana que viene voy de gira a Japón. Estuve hace unos meses y se suponía que iba a ser mi última visita. Tengo muchos amigos allí. Al volver a Inglaterra, en el aeropuerto de Tokio, la que se montó fue la leche: lloros, abrazos… y ahora resulta que vuelvo. Van a pensar que les estoy vacilando”.
Decidió dedicar el tiempo que le quedaba a una gira de despedida. En octubre de 2013 vencía el plazo. Es marzo de 2014. Y aquí sigue. “Yo me siento bien. Hay algo ahí dentro de mi tripa, un alien, que está creciendo, y un día me matará. Pero de momento no me encuentro mal. Debería de haber muerto hace cuatro meses, y no es así. Es incluso un poco embarazoso”. ¿Perdón? “Sí, por ejemplo, la semana que viene voy de gira a Japón. Estuve hace unos meses y se suponía que iba a ser mi última visita. Tengo muchos amigos allí. Al volver a Inglaterra, en el aeropuerto de Tokio, la que se montó fue la leche: lloros, abrazos… y ahora resulta que vuelvo. Van a pensar que les estoy vacilando”.
Termina de contar la historia y se parte de la risa. Una carcajada
atronadora al otro lado del teléfono. No ha perdido Johnson para nada el
humor negro. Y desde luego no evita hablar de la muerte. El martes se
publica Going back home, el disco que comparte con Roger Daltrey, vocalista de The Who, en el que regraban sus viejas canciones. El que le da título
es toda una declaración de principios. “Quiero vivir como me gusta.
Dormir toda la mañana. Salir a buscar diversión por la noche. Las cosas
no son así por aquí”.
Quitando una versión de un tema de Bob Dylan, el álbum lo componen
diez canciones de la banda con la que hizo historia, Dr Feelgood. Una máquina de r‘n’b
salida de los pubs de Canvey Island, una zona de Inglaterra situada en
el estuario del Támesis. Estaba lo bastante lejos de Londres como para
no dejarse influir por lo que venía de la capital. Y lo que venía de
allí era rock progresivo, Genesis, Yes… “Era todo muy melifluo, muy
trabajado, muy aburrido y sobre todo tenía muy poca energía. Nosotros
solo queríamos energía”. En el documental
que Julien Temple les dedicó en 2009 aparecen caracterizados como una
banda de atracadores de bancos. Y da la impresión de que cuando se
formaron, en 1971, eran de ese tipo de personas que hacen que la gente
cambie de acera si les ven venir de frente.
En una de las primeras crónicas de un concierto de The Clash, apenas
unas líneas perdidas en una página de reseñas, el autor decía que no
estaban mal, pero que con esos pringadillos Wilko Johnson limpiaría el
suelo. Cualquiera que alguna vez le haya visto en directo
sabe que no es exagerado. Alto, delgado, moviéndose como si sufriera un
ataque epiléptico, con los ojos disparados, sosteniendo su guitarra
eléctrica como si el mástil fuera el cañón de una ametralladora
apuntando al público, Johnson era punk antes de que la palabra punk
definiera un estilo de música. “A mí al principio todo eso no me gustó.
Esa gente con imperdibles me parecían muy raros. Además, llegaron justo
cuando nos estábamos haciendo grandes. Y tuve la sensación de que nos
estaban desbancando. Durante un par de años llegué a pensar que podíamos
conseguir que el r‘n’b fuera otra vez un estilo con futuro, no
tanto como los Rolling Stones en los sesenta, pero casi. Y el punk nos
hizo obsoletos. Una putada porque es obvio que nos miraron para hacer lo
que hacían, porque nosotros éramos una excepción en aquel momento”.
A la voz estaba Lee Brilleaux, agresivo y borrachuzo; dos gallitos en
el mismo corral casi nunca funciona. La relación entre ambos se
deterioró hasta convertirse en un infierno. En 1977, Johnson se va. “No
me largué, me echaron. No sé por qué, yo era una persona encantadora”,
recuerda irónico. Durante un tiempo fue parte de los Blockheads de Ian Dury, y a partir de los ochenta inició una carrera en solitario que le trajo a España en multitud de ocasiones.
Brilleaux murió de linfoma en 1994 sin que se volvieran a hablar. El
guitarrista llevaba tiempo dando vueltas a grabar con Daltrey, pero no
es fácil cuadrar agendas con el vocalista de The Who, menos aún teniendo
en cuenta que Johnson diversificó su carrera. En la última década
incluso probó la actuación. Era el siniestro verdugo Ser Ilyn Payne en Juego de tronos.
Hace unos meses decidieron que, por razones obvias, la grabación no se
podía retrasar más. “Será mi último disco. Una cosa menos. Te voy a
decir algo: Una vez superado el shock de la noticia, no diría
que esto que me pasa es malo. Estoy viviendo mi vida intensamente. Cada
uno de mis días es genial. Y he descubierto que la gente me quiere. No
lo sabía. La única putada es que no puedo hacer planes a largo plazo.
Pero la verdad es que eso nunca ha sido lo mío”.
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