Duelo perinatal
Nadie dedicó ni un minuto a acompañar a la madre en aquel duelo. Parió una criatura muerta, eso dijeron. Es más, la
ciencia le arrebató aquel pequeño cadáver de 9 meses sin dejarla, ni tan siquiera,
verlo.
A los pocos días la enviaron a casa, con el miedo dentro y las manos
vacías.
No pudo hablar con nadie. Las voces —voces de hermanas, voces de padre
voces de madre, voces de monjas— repetían: "total si no la vió", "total es
joven, ya tendría más hijos".
Mientras, en su interior, fue enraizandose la idea
de que era capaz de matar a sus propios hijos y para evitarlo los hizo invisibles, dejó de verlos, de tocarlos, de besarlos, de quererlos.
Aquella fue la peor desgracia y tras ella fueron llegando una, tras otra, muchas más.
Para CRG 21 de junio de 1963.
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