Feliz cumpleaños

Fernando Guillén y Cayetana Guillén


Ayer fue el cumpleaños de mi padre. Mi padre. La gran ausencia. Dejas entre los tuyos cosas que en tu camino quizá no percibías como importantes. Elementos de tu  naturaleza, de tu conciencia, de tu actitud antes las cosas. Tus pequeñas costumbres. Abrazos, sonrisas y miradas que compartiste en momentos efímeros, como algo más, como algo cotidiano, y que se quedaron para siempre en nuestro corazón. Con nosotros. 29 de noviembre. Un día de otoño, lluvioso y lleno de colores que a él le gustaban. El cementerio estaba vacío. Y estábamos en la intimidad. Me resulta extraño imaginármelo en un espacio tan pequeño, y busco su voz y su olor entre las hojas. El silencio es nuestro aliado. Y le escucho. Y le huelo. Entre todos los demás. Mi padre.

Significa tantas cosas. Entre mi padre y yo había una comprensión profunda. Una necesidad del otro. Si las hijas son de los padres, yo era suya. Queda una soledad desconcertada, que busca alrededor respuestas que él hubiera adelantado. La intuición de lo que pudiera ser. Y la conciencia de que ya no será nunca más. Con eso vives. Mi universo femenino encajaba en su forma de entender las relaciones humanas. El amor incondicional. Que no exige, ni juzga, ni somete. Sólo espera, recibe y da, siempre responsable de un estado de ánimo que afecta a los demás, inevitablemente. Y que no puede convivir sin asumir las consecuencias. Pasar entre los demás con tu pena, o tu rabia, o tu cinismo, o tu egoísmo, o tu soberbia, como si nada. No. Todo provoca algo y hay que hacerse responsable de ello. La mujer encaja en el hombre con todas sus piezas.

Padre e hija se reconocen y se reconfortan, entre tanto desconocido. Hay códigos no hablados, complicidades sólo resueltas entre nosotros, largas esperas para compartirlas, ahora eternas. Siento que me mira desde algún lugar, que es imposible que me haya abandonado como si no me hubiera querido nunca, que hay historias de amor que sobreviven a las lápidas y al tiempo, implacable, como el odio, que cuando crece dentro de una herida, hecha raíces y no se calma nunca.

Ser hija es un gran personaje. De los mejores. Lleno de posibilidades. Hay comedia, hay miedo, hay momentos para escuchar y para varios monólogos, hay amor, cuentas pendientes, oscuros, mutis, intermedios, finales felices y finales irremediables. Ley de vida, dicen. Una expresión que se me clava en el alma. Porque pretende zanjar lo más doloroso sin más explicaciones. Y necesitamos algo más. Pero cerramos el tema, porque nadie tiene nada que decir. Ley de vida. Y punto. Nos queda afrontar la diferencia. Porque nada ni nadie puede ocupar su lugar, ni acercarse a ti desde sus ojos. El sentimiento de orfandad será una nueva constante. Y parte de tu horizonte. Feliz cumpleaños, papá. Estés donde estés. Desde el silencio, te celebramos.
@cayetanagc
 Blog Cayetana Guillén

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