¿Una despedida imposible? Los seres queridos que se van son un reto para el psiquismo.
- Los seres queridos que se van son un reto para el psiquismo..., sobre todo si no les hemos podido decir adiós. Para superar su ausencia, necesitamos palabras.
El corazón tiene sus aniversarios
y uno de ellos es el Día de
Difuntos, que evoca, en todos
los que hemos perdido a alguien
cercano, lo que vivimos
con esa persona. Cuando murió,
tuvimos que elaborar un
duelo que, en realidad, es una
despedida. Los muertos se entierran
con palabras en nuestro
corazón. Si no decimos nada a
aquel que nos deja, tendremos
más difi cultad para soportar
su ausencia. El que se va lo
hace mejor si se encuentra
rodeado de los suyos.
Los que
nos quedamos también nos
sentimos menos doloridos si
hemos podido expresarnos.
Cuando hay un tiempo de
enfermedad, la preparación
psíquica se va haciendo poco
a poco y, aunque el dolor es
inevitable, el impacto psicológico
no es tan traumático
como cuando una muerte súbita
nos impide despedirnos
y nos promueve
una hemorragia
emocional que se
va solucionando
según podemos
elaborar el duelo
por el ausente.
Alba tuvo un
sueño: su madre
aparecía sonriendo
y ella trataba de decirle algo,
pero no podía. A la mañana siguiente,
llevó flores a su tumba
y, mientras esperaba a su
hermana Clara, le dijo mentalmente:
“Me hubiera gustado
decirte una vez más lo
que te amé. Aunque en oca
siones me lo pusiste difícil,
me enseñaste a defender lo
que quería”. Su madre había
muerto el año anterior en un
accidente. En el entierro, Alba
dijo unas palabras: “Nos dejas
solos, pero siempre te recordaremos.
Te esforzaste porque
tuviéramos una vida mejor y
lo has conseguido”.
Cuando acabó de
hablar, su hermana
Clara rompió
a llorar.
Mientras
Alba estaba dolorida,
pero seguía
con su vida, Clara,
al poco tiempo,
tuvo un accidente parecido al de su madre. A
pesar de que ninguna de las hermanas se había podido despedir
de su madre, Clara había discutido con ella días antes de
su muerte. La ambivalencia de sentimientos que sentía hacia
su madre estaba complicando su duelo.
Ritos necesarios
Freud descubrió que frente a la pérdida de un ser querido existe
el impulso de seguir su destino y eso se manifi esta a través
ocade
pequeños actos autodestructivos.
Cuantas menos
palabras se dediquen a la
despedida, más difícil será
elaborar el duelo.
Las palabras
acotan el sufrimiento,
permiten que se pueda desplegar
a través de ellas y que
no quede estancado.
Antes, el velatorio se hacía
en la casa donde había vivido
el difunto, y esa escenografía
permitía que la despedida fuera
honda, que se hiciera una
construcción imaginaria de
esa persona, para poder decirle
adiós. Ahora vamos a una
sala del tanatorio, , estamos un
rato y apenas decimos unas
palabras de despedida. Pasamos
deprisa por el hecho de
que alguien ha muerto, pero
cuanto menos tiempo y palabras
haya, más presencia
tendrá el difunto en nuestro
psiquismo.
Nos quedamos desamparados
cuando los padres u otra
persona querida fallecen. Realizado
el duelo, su recuerdo
se incorpora a nuestra vida y
nos acompaña. Cuando hay
difi cultades para elaborar su
pérdida, los sueños mantienen
viva su imagen para que
podamos seguir alimentándonos
de lo que nos dieron.
En el duelo, el “yo” se identifi
ca con la imagen de la persona
que ha fallecido. No se
pierde solo a esa persona, sino
también el lugar que ocupábamos
para ella. Se trata de
un vacío que debemos llenar
luego de palabras para poder
deslizar en ellas los afectos
que han quedado aprisionados
en nuestro interior. De
esta manera, nos despedimos
de aquel que se fue.
Claves
Si existe ambivalencia
de sentimientos hacia el
difunto, el dolor se
mezcla con el amor y el
odio, lo que provoca una
culpabilidad que
aumenta el sufrimiento.
Si se pierde a uno de
los progenitores
demasiado pronto, los
deseos infantiles
invaden el psiquismo del
niño, que se cree
responsable de la
muerte del adulto.
Cuando muere un
hijo, la culpa por seguir
vivo puede ser
insoportable. La clave es
aceptar que el amor por
los que quedan no resta
nada amor al
desaparecido.
El duelo
Se trata del proceso
psicológico que realiza
una persona para
asumir la muerte de un
ser querido. Es un
movimiento de
alejamiento de alguien
a quien hemos amado y
ya no está. El duelo
finaliza cuando se
acaba la lucha entre el
amor que no cesa y la
fuerza que nos aleja de
él.
Los ritos que marcan
la muerte cumplen la
función de ayudar a
pensar en la necesaria
distinción entre la
desaparición del
cuerpo y la
supervivencia del
difunto en nuestro
recuerdo.
30 oct 2014
Mujer hoy.- Isabel Menéndez
Comentarios
Publicar un comentario