'Sabemos más de personajes famosos que de nuestra familia'
- Eduardo Laporte presenta el diario íntimo sobre la muerte de sus padres
Uno puede saberlo todo a estas alturas, por ejemplo, de Steve Jobs.
Y, si queda alguna duda, tirar de Google. Eso no pasa, por ejemplo,
cuando un padre y una madre 'normales' mueren de cáncer, con nueve meses
de diferencia, y las preguntas se quedan para siempre sin respuesta.
"Uno sabe más habitualmente más de personajes externos, famosos, que de
su propia familia", cuenta el periodista Eduardo Laporte, que teje en 'Luz de noviembre, por la tarde' (Demipage) un diario íntimo sobre las dudas, las culpabilidades y las vergüenzas antes y después del luto por los padres.
El escritor Eduardo Laporte.
El ocaso de una persona en fase terminal, si te pilla verlo con
veintitantos, se parece bastante a esta narración novelada, que cumple
con una de las funciones básicas de la literatura: el desahogo de quien
escribe. Fue un ejercicio de "impudor", dice, y apuesta por "no tener reparo en contar nuestras oscuridades, porque todo el mundo las tiene".
Y ahí lo suelta, casi lo vomita, página tras página: desde la culpabilidad por salir a tomar una copa en un momento de respiro
a la angustia al levantar a un enfermo lleno de rabia e impotencia
porque se ha caído al suelo o los silencios incómodos al hablar de otros
muertos y sus ausencias.
El duelo sólo empieza con la muerte, nunca antes, insiste el autor,
que abandonó por un tiempo sus estudios universitarios para acompañar
día y noche a su padre, un modisto francés afincado en Pamplona desde
que conociera, en el Londres de los 70, a la mujer con la que tendría
tres hijos. Pero el luto no es algo que esté muy bien visto,
especialmente entre los jóvenes. Casi nadie disfruta hablando de sus
muertos. "Es algo muy privado. Tendemos a pasar de puntillas. Antes era
exagerado, pero ahora se corre un tupido velo y preferimos fomentar la
actualidad en Twitter antes que tomarnos un café con una persona y
hablarlo hasta que no quede una palabra por decir", señala.
El libro huye de amarguras. Se trata de enumerar
recuerdos desordenados. Y habla también de lo que se aprende al ver la
muerte de cerca. "Por mucho que la ciencia y la sociedad evolucionen,
aún no tenemos un manual de instrucciones concretas para afrontar la muerte", comenta.
Laporte, una década después de la muerte de sus padres, que a él le
pilló con 21, cuenta que le hubiera gustado preguntarle a sus padres por
el Madrid que conocieron en su juventud, por sus aspiraciones o las
esperanzas que tenían de encontrar un trabajo. Steve Jobs, por cierto,
accedió a colaborar en la autobiografía de próxima publicación para
evitar a sus hijos ese tipo de dudas: "Quiero que mis hijos me conozcan", le dijo el fundador de Apple al autor.
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