Cuando el trabajo no es un castigo
¿Felicidad y trabajo son términos antagónicos? Un congreso se lo plantea.
17 de octubre de 2011
07:53 h.
En
un momento como este, cuando la crisis y el paro alcanzan niveles récord, una
asociación de ejecutivos de recursos humanos (Aedipe, la Asociación Española de
Dirección y Desarrollo de Personas) dedica la segunda edición de su conferencia
internacional a la felicidad
en el trabajo. Un amplio panel de expertos
se esforzará en convencernos de que el mito de Sísifo –a quien los dioses
castigaron a empujar, durante toda la eternidad, un pedrusco gigante montaña
arriba, sólo para que volviese a caer rodando hasta el valle una y otra vez–
está pasado de moda.
Lo
más probable es que, con la que está cayendo, muchas personas prefieran
arrastrar la pesada bola que pasearse infructuosamente por las colas del
Instituto Nacional de Empleo. Belén Varela, una de las organizadoras del
Congreso, cree que “son cosas compatibles. No hay que confundir el desempleo
con cómo se trabaja. Ni antes ni ahora estamos gestionando bien las personas”.
Por otra parte, apunta, “la crisis
puede ser buena para salir de la zona de confort y encontrar algo más allá”.
La
cuestión es que la felicidad es rentable. Las cuentas salen –o deberían salir–
tanto para el empleado como para el empleador. Esto es lo que promulga la Happynomics o “economía de la
felicidad”, un concepto cada vez más extendido en el que investigadores de
diversos ámbitos –psicólogos, médicos o economistas, por ejemplo– coinciden
para investigar la relación entre la felicidad y cualquier cuestión relacionada
con lo social. Es terreno fértil para la psicología positiva de Martin Seligman y
para abundantes superventas, como Alexander Kjreulf, el autor de La hora feliz es de 9 a 5.
El
estrés es la primera causa de baja laboral en Europa, con las consiguientes
pérdidas económicas. “Que una
persona curse baja por estrés significa que lleva mucho tiempo arrastrando
momentos infelices. Y no sólo suyos, también de los que le
rodean. Y el periodo de recuperación es muy largo”, dice Maite Crespo,
ponente del encuentro. Ella misma pasó por una experiencia que le llevó a dejar
su trabajo de ejecutiva en el sector industrial y publicitario para montar su
propio negocio, dedicado a aliviar el estrés en las empresas utilizando
herramientas del yoga. “Si el estrés de corta duración es necesario para la
vida, su acumulación en el tiempo siempre desemboca en infelicidad laboral y, a
la larga, en enfermedad”, señala.
El
francés Laurent Gournelle, experto en desarrollo personal, decía en una entrevista reciente que muchos empleados van al trabajo como el que va al matadero, y que
un buen jefe “ha de animar a sus trabajadores para que se sientan bien”.
Sentirse bien, opina Varela, equivale a que el empleado sepa cuál es su papel
en la empresa. En su opinión un buen jefe es aquel capaz de “descubrir el
potencial de cada uno, más allá de lo evidente”. Una visión similar a la de Crespo,
que cree que “sentirse feliz está relacionado directamente con el sentido que
le damos al ir a trabajar, con que el
esfuerzo que invertimos en algo dé fruto y se materialice”.
¿Es
empezar la casa por el tejado? Grupos como el movimiento para los horarios racionales establecen otras prioridades. Crespo está de acuerdo en
que no poder ser responsable de la vida familiar es un tremendo desencadenante
de frustración. Pero indica que no sólo en
el trabajo tendrían que revisarse los horarios. “Es una
barbaridad que el prime time en la televisión sea a las 10.30 de la noche.
Levantarse con sueño conduce a una falta armonía y equilibrio”, señala.
Para
Crespo, “los cambios tendrían que hacerse desde lo básico. Colocar a un ser humano contra una pared es
una tortura. Ponle de espaldas a la pared. Dale una silla
cómoda. Son cosas bobas, pero con mucho sentido. Que no haya oscuridad, que el
puesto de trabajo no dé a un patio con basuras... Ese desequilibrio estético no
te va a ayudar a estar tranquilo”.
Todo
sea para evitar las malas vibraciones. Alcanzan hasta las plantas, señala
Varela, testigo reciente del fallecimiento de una frondosa Costilla de Adán
víctima de un nuevo gestor insatisfecho. Es de suponer que con Valera las
plantas estarán contentas; se denomina “especialista
en gestión del optimismo”, y lo explica así: “Las empresas
gestionan mal las expectativas. No trabajan el potencial ni dan libertad”. En
lugar de eso, en su consultoría Varela da herramientas para que las empresas
interpreten lo que sucede positivamente.
Frente
a este optimismo a prueba de bomba, Crespo apuesta por conseguir que el
trabajador se sienta responsable de su vida, parte activa de la mejora de la
empresa. Algo muy útil en un país donde
abunda el paternalismo y también los directivos feudales. “La
confianza es la clave de la discusión. No se puede crear sin ella”, señala.
¿Y
si todo falla? “Todos tenemos herramientas para fabricar pausas de calma, pausas de serenidad”,
dice Crespo. “Con la mente bloqueada no podemos tomar decisiones adecuadas. El
saber mantener la calma es un factor de felicidad. La premisa es que sólo hay
que entrenar las tres herramientas con las que todos venimos ´equipados de
serie´: cuerpo, respiración y mente. Parar, pensar y después actuar. Para
avanzar hay que aprender a parar”.
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