La muerte por el Dalai Lama
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"«Todo el
mundo muere, pero nadie está muerto», asevera un dicho tibetano. Así
empieza Acerca de la muerte. A través de un poema del siglo XVII escrito
por un destacado monje budista, el Dalai Lama explora los estadios por
los que todos pasamos al morir, que son los mismos que experimentamos en
vida cuando dormimos, cuando nos desmayamos o cuando alcanzamos el
orgasmo, «la pequeña muerte» de la que hablaba Shakespeare.
Los estadios
se describen tan vívidamente que es posible imaginar el proceso de un
viaje mental cada vez más profundo, el viaje último de la
transformación. De esta manera, el Dalai nos muestra cómo prepararnos
para aquel momento y, al hacerlo, cómo enriquecer nuestro tiempo en
este mundo.
del libro: "Acerca de la muerte" de
DALAI LAMA - HOPKINS, JEFFREY
El tópico de la conciencia de la muerte se organiza en torno a tres raíces, nueve razones y tres decisiones
Primera raíz: La contemplación de que la muerte es inevitable debido a que la muerte llegará ineluctablemente y, por consiguiente, no puede eludirse no podemos dilatar los años de nuestra vida, que va disminuyendo sin cesar ncluso cuando estamos vivos, disponemos de poco tiempo para practicar.
Primera decisión: La contemplación de que el momento de la muerte es indefinido porque el tiempo de nuestra vida en este mundo es indefinido las causas de la muerte son muchísimas y las de la vida son pocas, la fragilidad del cuerpo hace pensar que el momento de la muerte es incierto.
Segunda decisión: La contemplación de que, en el momento de la muerte, no hay nada que nos ayude excepto la práctica debido a que en el momento de la muerte nuestros amigos no nos son de ayuda, en el momento de la muerte nuestras riquezas no sirven de nada.
Tercera decisión: Practicaré el desapego hacia todas las cosas maravillosas de esta vida. Es propio de la naturaleza de nuestra exigencia cíclica que aquellos que se ha reunido acabe disgregándose: padres, hijos, hermanos, hermanas y amigos. Por mucho que se aprecien unos amigos, al final deberán separarse. Garúes y alumnos, padres e hijos, hermanos y hermanas, esposos y esposas, amigos…. Sin importar quiénes sean, todos deben separarse en un momento dde algo.
Mientras mi tutor, Ling Rinpochay, gozaba de salud, me resultaba
imposible e insoportable pensar en su muerte. Para mí, siempre fue como
una roca sólida sobre la cual afianzarme. Me preguntaba cómo podría
vivir sin él. Pero cuando padeció una embolia, tras la cual vino una
segunda muy grave, aquella situación permitió que una parte de mi mente
pensase: “Ahora sería mejor que se fuera”.
En ocasiones he llegado a
pensar que él mismo se provocó aquella enfermedad, de modo que, cuando
llegase el momento de su muerte, yo estuviera preparado para enfrentarme
a la siguiente misión: buscar su reencarnación.
Aparte de separarnos de
todos nuestros amigos, las riquezas y recursos que se van acumulando
con el paso del tiempo por maravillosos que sean, al final se vuelven
inútiles. No importa lo elevado que sea tu rango o tu posición, porque
al final acabarás cayendo. Para recordarme esto, cuando asciendo a la
elevada plataforma desde donde imparto mis clases, y justo cuando me
estoy sentado, recito para mí las palabras del Sutra del Cortador de
Diamante que halan de la transitoriedad: Contempla las cosas compuestas
de causas como si fueran estrellas rutilantes, el fruto de una
enfermedad visual, la luz vacilante de una vela de sebo, ilusiones
mágicas rocío, burbujas, sueños, rayos y nubes.
Reflexiono sobre la
fragilidad de los fenómenos causados, y entonces chasqueo los dedos, con
un sonido breve que simboliza la inestabilidad. Así es como recuerdo
que pronto tendré que descender de aquel trono elevado.
Todo ser
viviente –sin importar el tiempo que viva—debe morir. No hay otro
camino. Una vez estás inmerso en la existencia cíclica, no puedes vivir
fuera de su naturaleza. Por maravillosas que puedan ser las cosas, en su
naturaleza está escrito que tanto ellas como tú, que te deleitas en
ellas, debéis acabar decayendo. No sólo debes morir al final, sino que
no sabes cuándo llegará ese final. Si lo hicieras, podrías postergar al
futuro el hecho de prepararte para él. Incluso cuando detectas indicios
de que llegarás a una edad avanzada, no puedes decir con una certidumbre
plana que no morirás hoy.
No debes vivir en la indecisión. Antes bien,
debes hacer preparativos para que incluso si murieras esta noche, no
tuvieras que lamentarlo. Si desarrollaras un cierto aprecio por la
incertidumbre y la inminencia de la muerte, tu sentido sobre la
importancia que tiene usar el tiempo con sabiduría cada vez será más
fuerte.
Como dice el erudito-yogui tibetando Tsongkhapa. Cuando se
comprende la dificultad de hallar este cuerpo humano, no hay modo de
permanecer sin hacer nada. Cuando se percibe un gran significado, pasar
el tiempo ociosos es fuente de tristeza.Cuando contemplamos la muerte,
hacemos preparativos para entrar en la siguiente vida. Cuando
contemplamos los actos y sus efectos, se apartan de nosotros las fuentes
de la inconciencia. Cuando de este modo se han afirmado estas cuatro
raíces, crecen fácilmente otras prácticas virtuosas.
Pensar en la muerte
no sólo sirve como preparación para enfrentarse a ella y para fomentar
acciones que beneficien a las vidas futuras, sino que también afecta
dramáticamente sus perspectivas mentales.
Por ejemplo, cuando las
personas no están acostumbradas a tener en cuenta la certidumbre de la
muerte, entonces, incluso cuando es evidente que son ancianos y que
pronto habrán de partir, sus amigos y familia creen que no pueden ser
realistas con ellos, e incluso sienten la necesidad de felicitarles por
su aspecto físico. Ambas partes saben que esos halagos son falsos. ¡Eso
es ridículo. En ocasiones, los pacientes que padecen enfermedades
terminales como el cáncer evitan usar las palabras morir o muerte. Me
resulta prácticamente imposible hablar con ellos sobre su muerte
inminente; se resisten a oír hablar del tema. Pero a alguien que ni
siquiera ahora puede soportar la palabra muerte, por no mencionar ya su
realidad, es probable que la llegada factual de la muerte traiga consigo
una gran angustia y temor.
Por otra parte, cuando me encuentro con un
practicante budista que está cerca de la muerte, no dudo en decirle:
“Tanto si mueres como si te recuperas, necesitas prepararte. Es posible
que reflexionemos juntos sobre la inminencia de la muerte. No hay
necesidad de ocultar nada, porque esa persona está dispuesta a
enfrentarse a la muerte sin temor.
Un practicante que empieza pronto a
pensar sobre la transitoriedad, cuando se enfrenta a la muerte es mucho
más valiente y feliz. Reflexionar sobre la incertidumbre del movimiento
de la muerte desarrolla una mente tranquila, disciplinada y virtuosa,
porque profundiza en algo más que en la materia superficial de esta
breve vida.
original
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La Noche de Ánimas es un hito festivo que
marca la fecha límite para que semillas y
almas se incorporen al espacio que la
Naturaleza les ha asignado: el inframundo.
Dice el refrán: el que no siembre en
noviembre que no siembre, porque ya no
merecerá la pena. Lo mismo ocurre con las
almas que tienen el primer día y la primera
noche de ese mes para integrarse a los
espacios acotados para ellas: los
cementerios. Con ese fin el Hombre prepara
una serie de rituales tendentes a conducir a
las almas perdidas, o a las que se niegan a
aceptarse como tales y aún se aferran a los
espacios vitales. Ruidos, oraciones, luces y
alimentos tratarán de facilitarles el
tránsito para que se vayan a esperar la
resurrección.
Manuel Benito 2002
"La llegada de la aldea global ha hecho
que todos queramos alcanzar ámbitos
culturales que creemos que son
superiores". Esta es la causa que, según
el etnólogo José Antonio Adell, ha hecho que
se pierdan muchas de las tradiciones que se
conmemoraban el día de Todos los Santos. En
este sentido, Adell señala que ahora la gente
joven intenta asumir costumbres o tradiciones
que no han sido nunca de nuestra tierra, como
el "Halloween", una fiesta que nada
tiene que ver con la sociedad aragonesa
"y que nadie conocía hace cuarenta o
cincuenta años".
José Antonio Adell, 2003
"En la antigüedad la relación con los
muertos era mucho más fluida. Eran errantes e
iban por los montes precedidos de deidades
femeninas o de un cazador salvaje. Por
ejemplo, hay testimonios del siglo XIV en
el Pirineo de supuestas apariciones de estas
figuras errantes. Las almas cuando morían
recorrían la vía Láctea, el Camino de
Santiago, de Oriente a Occidente. También, en
la zona del salto de Roldán se decía hasta
hace poco que en estos días salían las
almetas con un gigante y se dirigían a un
pueblo cercano, donde los recibían con balas
de cera para quitarles las penas".
Ángel Gari Lacruz, 2004